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Articulando estructuras colectivas para sostener la vida

Artículo original publicado en El Salto

Desde un punto de vista emancipador y de transformación social, es necesario analizar qué opciones nos quedan, navegando entre Mercado y Estado, para construir un mundo sostenible y justo. Tenemos que tratar de construir nuevas estructuras que articulen lo político y lo económico de forma diferente, desde una base fuertemente ecologista y feminista.

El año 1989, el año de la caída del muro de Berlín, suele identificarse como el momento en el que se constató la derrota de los sueños revolucionarios socialistas iniciados en Rusia en 1917. Se suele decir que ese año marca el fin de la utopía socialista. La izquierda mundial, desorientada desde entonces, tiene que aceptar que cierto grado de Mercado capitalista es necesario para mantener un adecuado funcionamiento social. Los proyectos socialistas, desde China hasta Cuba, abren sus puertas a los capitales internacionales, mientras que intelectuales y activistas se preguntan cuánto Mercado es suficiente y cuánto es demasiado, dónde está el límite para seguir siendo considerado socialista.

No resulta tan obvio, porque no se nombra apenas, pero el siglo XX también fue testigo del fin de la utopía liberal. Los partidarios de una desregulación total, que permita total libertad a los Mercados, que no ponga ninguna cortapisa a la acumulación de beneficios de los capitalistas, se ven forzados a admitir, sin decirlo, que su proyecto de Mercado sin Estado es inviable. Desde 1929 acuden sin tapujos a Papá Estado, ya sea para ser rescatados de las periódicas crisis capitalistas, ya sea para atajar los disturbios sociales que la polarización económica produce. En el fondo aceptan también que cierto nivel de Estado es necesario para mantener sus Mercados y se limitan a preguntarse cuánto Estado es suficiente y cuánto es demasiado, dónde está el límite para seguir siendo considerado liberal.

Algunos puristas de ambos bandos se quejan diciendo que lo que ocurre es que no ha habido nunca ningún proyecto auténticamente socialista o liberal, nunca nadie ha seguido de verdad a Marx o a Hayek. Aunque tienen su parte de razón, me parecen más interesantes los análisis que se preguntan por qué han fracasado estrepitosamente los sueños socialistas y liberales del siglo XIX y que responden con perspicacia que, en realidad, Estado y Mercado son dos caras de la misma moneda: la Modernidad Industrial. La Modernidad, como sistema de creencias, y la Industrialización, como sistema de producción, han devenido en sociedades muy complejas, que necesitan de múltiples sistemas de regulación. Estados y Mercados son los dos principales sistemas de regulación sistémica, pero no los únicos y necesitamos urgentemente responder a sus limitaciones, pues el capitalismo global interestatal no ha cumplido sus promesas de prosperidad global y nos coloca, en los inicios del siglo XXI, ante una crisis civilizatoria de múltiples dimensiones.

La crisis que afrontamos es económica porque la desigualdad de ingresos alcanza cotas nunca vistas y grandes masas de población se encuentran atrapadas en la pobreza, el hambre, la precariedad y el desempleo. La crisis es ecológica porque el cambio climático y la contaminación de mares y suelos perjudican enormemente las condiciones de vida de la mayoría de la población global, especialmente de los sectores más empobrecidos. La crisis es política porque los Gobiernos no son capaces de ofrecer respuestas creíbles a estos problemas y se encuentran deslegitimados por su ineficiencia y corrupción, abriéndose paso las opciones más autoritarias. En la raíz de estas crisis hay dos factores, frecuentemente invisibilizados, que constituyen la base del sistema capitalista interestatal y que están llegando a sus límites: la extracción de los recursos energéticos no renovables y la explotación de las labores de cuidados no remuneradas.

Desde un punto de vista emancipador y de transformación social, es necesario analizar qué opciones nos quedan, navegando entre Mercado y Estado, para construir un mundo sostenible y justo. Considero que tenemos que superar el debate cuantitativo (cuánto Estado es necesario, cuánto Mercado es conveniente, cuánta producción y crecimiento del PIB es alcanzable) y argumentar que necesitamos cambios cualitativos (cambiar lo que entendemos por prosperidad, progreso, desarrollo y democracia). Esto significa, en el ámbito práctico, que tenemos que tratar de construir nuevas estructuras que articulen lo político y lo económico de forma diferente, desde una base fuertemente ecologista y feminista. La base ecofeminista es ineludible pues, como he explicado antes, la raíz del sistema que tratamos de superar es la explotación de los ecosistemas y de las personas, especialmente de las mujeres.

HACIA UNA ALIANZA ENTRE EL TERCER SECTOR Y LA ECONOMÍA SOCIAL Y SOLIDARIA

Debemos ensayar múltiples prácticas de economías y políticas alternativas, pues no conocemos cuál es la respuesta exacta a este reto. En este contexto, considero que un camino prometedor es el de tejer una alianza entre el Tercer Sector de Acción Social (3S) y la Economía Social y Solidaria (ESS).

El 3S comprende a “aquellas organizaciones de carácter privado, surgidas de la iniciativa ciudadana o social, bajo diferentes modalidades, que responden a criterios de solidaridad y de participación social, con fines de interés general y ausencia de ánimo de lucro, que impulsan el reconocimiento y el ejercicio de los derechos civiles, así como de los derechos económicos, sociales o culturales de las personas y grupos que sufren condiciones de vulnerabilidad o que se encuentran en riesgo de exclusión social” (Ley 43/2015, de 9 de octubre, del Tercer Sector de Acción Social). Dentro del 3S se incluyen asociaciones, fundaciones y otras figuras jurídicas que trabajan con personas que necesitan una atención especial en un momento de sus vidas: la infancia y juventud, las personas migrantes, las personas con problemas de drogodependencias, las mujeres que sufren violencia de género olas personas mayores, entre otras. La mayoría de entidades del 3S obtienen la mayor parte de sus recursos de los presupuestos públicos y prestan sus servicios con carácter gratuito y universal.

Por su parte, la Economía Social y Solidaria (ESS) “pretende incorporar a la gestión de la actividad económica los valores universales que deben regir la sociedad y las relaciones entre toda la ciudadanía: equidad, justicia, fraternidad económica, solidaridad social y democracia directa. Y, en tanto que una nueva forma de producir, de consumir y de distribuir, se propone como una alternativa viable y sostenible para la satisfacción de las necesidades individuales y globales, aspirando a consolidarse como un instrumento de transformación social». Dentro de la ESS se incluyen cooperativas, sociedades laborales y otras figuras jurídicas que producen, sin ánimo de lucro y bajo criterios éticos, bienes y servicios de todo tipo, tratando siempre de responder a necesidades reales y no a deseos sugestionados por la publicidad. Sus sectores de actividad incluyen la alimentación, la energía, el transporte, la asesoría, las finanzas o los seguros, entre otros. La mayoría de las entidades de la ESS obtienen la mayor parte de sus ingresos del Mercado y ofrecen sus bienes y servicios a clientes o personas socias que pagan un precio por ellos.

Podríamos decir, resumiendo, que el 3S agrupa a estructuras no estatales, aunque fuertemente vinculadas al Estado, centradas en cubrir, de forma no lucrativa, necesidades de cuidados de personas en situación de especial vulnerabilidad, y que la ESS comprende un conjunto de estructuras no capitalistas, pero fuertemente vinculadas al Mercado, centradas en cubrir de forma no lucrativa, necesidades reales de uso cotidiano. Resumiendo aún más, podríamos decir que ambas realidades constituyen dos redes de estructuras colectivas para el sostenimiento de la vida.

En un momento histórico en el que tanto el Estado como el Mercado se ven desbordadas e incapaces de cubrir las necesidades de amplias capas de la población y de mantener el equilibrio de la biosfera, es imprescindible una alianza entre el 3S y la ESS, para reforzarse mutuamente y ayudar a construir un mundo más sostenible y justo.

El 3S necesita repolitizarse, asumir que su razón de ser reside en un compromiso ético con la transformación social. En muchas ocasiones, ajenas a este compromiso político, las entidades del 3S pueden convertirse en cómplices interesadas del mantenimiento de un status quo de desigualdad e injusticia estructural. Si una entidad que busca la inclusión de las personas inmigrantes contrata su energía eléctrica con una compañía que expolia en condiciones injustas los recursos de los países del Sur, esa entidad está yendo en contra de sus propios fines declarados. Si una entidad que trabaja con personas sin hogar mantiene sus cuentas de ahorro en bancos culpables de la burbuja inmobiliaria y los desahucios, esa entidad está alimentando el problema que quiere combatir. Si una entidad que atiende a personas drogodependientes se abastece en grandes superficies que promueven un consumismo sin límites, esa entidad está contribuyendo a agravar el problema. Si una entidad que trabaja la inserción laboral lo hace en empresas que fomentan la explotación, esa entidad está perpetuando la precariedad. Es decir, si las entidades del 3S no se hacen conscientes de su responsabilidad y de que necesitan combatir las causas profundas de las situaciones de exclusión social con las que trabajan, estarán fallando en su finalidad de transformación social.

Por su parte, la ESS necesita ampliar su campo de acción, salir del gueto de las personas muy convencidas y acceder mayores ámbitos sociales. Debe ser capaz de colocarse frente al Mercado capitalista y demostrar que es capaz de proporcionar a escala masiva bienes y servicios de calidad, de forma eficaz y respondiendo a criterios éticos. La ESS debe ser capaz de aumentar la escala de sus redes de producción y distribución sin perder su alma altercapitalista.

Además ambas redes necesitan ganar autonomía con respecto al Estado y, para ello, tienen que aumentar su autofinanciación. Al aumentar sus relaciones, configurando una red única más tupida, la ESS y el 3S pueden cumplir sus fines más eficazmente y contribuir al cambio social.

LA EXPERIENCIA DEL CONSORCIO ANDALUZ DE IMPULSO SOCIAL

CAIS, Consorcio Andaluz de Impulso Social puede ser un primer paso relevante en esta apuesta por tejer una alianza estratégica entre el Tercer Sector y la Economía Social y Solidaria. CAIS se configura como una cooperativa mixta de consumo y servicios en la que entidades de la ESS prestan sus servicios, en condiciones preferentes, a entidades del 3S. A día de hoy, las entidades del 3S que se hacen socias obtienen un cambio a proveedores éticos de la ESS en los ámbitos de los seguros, la banca, las energías renovables y las telecomunicaciones, además de un primer diagnóstico gratuito de acogida en el ámbito jurídico, así como en las áreas de calidad y formación. Estos servicios, al estar ofrecidos en el marco de una relación cooperativa, tienen un precio más ajustado por lo que las entidades socias, además de apostar por una producción ética, obtienen importantes ahorros económicos. Por su parte, las entidades de la ESS acceden a unos clientes que manejan importantes presupuestos y que comparten su visión de transformación social.

Además, CAIS plantea fomentar mecanismos propios de resolución de conflictos a través de la mediación y las prácticas restaurativas, crear redes de autoproducción de energías renovables, construyendo molinos eólicos e instalando placas solares en las comunidades terapéuticas de personas drogodependientes o autoabastecerse de alimentos ecológicos cultivando en huertos propios o rehabilitar espacios infrautilizados con criterios bioclimáticos, entre otras iniciativas en fase de estudio.

Algunos de estos proyectos podrían servir, además, como medio de inserción laboral para las personas en exclusión social con las que trabajan las entidades del 3S. Aún queda mucho por hacer, pero podemos empezar a soñar en un 3S que cubre todas sus necesidades con proveedores éticos y que transforma el tejido productivo andaluz hacia la igualdad y sostenibilidad.

Para concluir, hay otro aspecto que ESS y 3S no pueden abordar solas, ni siquiera mediante esta alianza estratégica que proponemos. Es necesario romper el discurso de la dualidad Estado o Mercado en el marco de una economía industrial productivista y sustituirlo por un debate cualitativo que hable de prosperidad sin crecimiento, de buen vivir, de bienes comunes, de economía al servicio de la vida, de democracia de la vida cotidiana y de un Estado que se autolimita en servicio de la colectividad. Y para lograr eso necesitamos ir más allá, la alianza debe ser triple: necesitamos el empuje de movimientos sociales fuertes. Pero eso ya es otra historia.

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